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miércoles, 11 de marzo de 2009

" y nuestros niños se deprimen...."


Esto lo encontré un día en un blog, y lo guardé porque me pareció muy bonito, no contaba yo entonces con ser capaz de tener un blog a corto plazo y no anoté la dirección de aquel blog, pero lo voy a publicar porque refleja la magia de jugar que tienen los niños cuando sólo se tienen a ellos mismos, que ya es mas que suficiente. Crisis, que crisis, la tenemos de valores en todo caso.
En toda el África Austral que he conocido existe un juguete que apasiona a los niños. En Zanzíbar, en Dar el Shalam, en todo Mozambique desde Pemba e Ilha Moçambique hasta Maputo, en los barrios de Cape Town, en Swazilandia, en todos lados juegan con él. Se trata de un vehículo de fabricación casera del que sale un largo palo terminado en forma de volante. Son artefactos sobre ruedas. No usan corriente ni ondas. No figura en ninguna Playstation. Lo hacen ellos mismos con trozos de alambre y madera. Si gira el volante a la derecha el vehículo va a la derecha, si a la izquierda, a la izquierda. Nunca jamás se le terminan las baterías y no tiene peligro de atropello. Los frenos funcionan perfectamente y no existe el "game over". Muchos lo utilizan para más que para jugar. Es un compañero de paseada. Una autoescuela parbularia. Así fue que conocí a Nelio, Cristóbal y Luis. El último de ellos llevaba una cerveza en el vehículo que le había pedido su hermano mayor. Siempre había tenido ganas de preguntarles cómo llamaban a esa maravilla de la tecnología infantil africana. “Volvo” me dijeron “se llama Volvo”. En el Stone Town de Zanzíbar di con una "fábrica de camiones” similar. “¿Cómo se llama?” pregunté a uno de los chavales señalando el juguete. “Chevrolet”, me respondió.

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